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Críticas

LA BATALLA DE CHILE I-II-III

(272 minutos, 1972-1979)

“Grandes filmes, raras veces llegan sin anunciarse, como “La Batalla de Chile”. Un documental en varias partes y con una duración de muchas horas, sobre los hechos que precedieron a la caída de Allende... ¿Cómo un equipo de 5 personas, algunos de ellos sin experiencia previa (...) pudo producir un trabajo de esta magnitud?... Patricio Guzmán ha dicho en una entrevista (...) que, durante las luchas callejeras, él podía anticipar lo que iba a ocurrir y que, situado detrás del operador, le decía cuando se adelantara, mostrara un sector, bajara la cámara y la subiera. Esto es, él estaba tan impregnado con las posibilidades de la situación que era como si estuviera dirigiendo la acción. Podía usar los métodos del cine de ficción que había estudiado en la escuela de Madrid a fines de los años 60...”

 

Pauline Kael, The New Yorker, EEUU 1978.

 

“Un testimonio capital. A ver, para nunca olvidar”.

 

Le Nouvel Observateur, Francia 1977.

 

 “La Batalla de Chile”: lo más impresionante visto en Cannes y un documental valiosísimo para la historia”.

Cambio 16. España 1976.

“Dos momentos extraordinarios de la segunda parte: fragmentos de antología, se podría decir (...). Bajo los sones de marcha fúnebre, el funeral del edecán asesinado de Allende. La cámara escudriña los rostros, un comentario incisivo nos invita prácticamente a leer bajo esas miradas herméticos que el golpe decisivo se prepara. Segundo momento histórico: la gigantesca manifestación del 4 de septiembre, una semana antes del golpe...”

 

Louis Marcorelles, Le Monde, Francia 1976.

“Este film es la primera obra de arte de una nueva forma de analizar la política... Nos ofrece una lección de historia como nunca nos la ha ofrecido el cine... Aunque diversos cineastas muy conocidos están inscritos en la rúbrica del guión, como Pedro Chaskel, otro director chileno, Julio García Espinosa, director cubano, y Chris Marker, la obra, muy evidentemente, se debe a un solo hombre. No por motivos de procedencia, sino, tal vez, porque el trabajo de creación, de realización, de montaje, valen bien el de un Bresson o un Fellini”...
 
Louis Marcorelles. Le Monde, Francia 1975.

 

“Si en mi mano estuviera, yo declararía “La Batalla de Chile”

película de “interés democrático” y obligaría a que se utilizara

como material escolar”.

 

Manuel Vázquez Montalbán. Mundo Obrero, España 1977.

 

 “Ninguna de las nuevas películas de Hollywood, de conspiraciones y asesinatos,

pueden estar a la altura del suspenso que

logran crear estas imágenes”.

 

Judy Stone. San Francisco Chronicle, EEUU 1977.

 

“Más allá del análisis histórico y político, el film vale por la extraordinaria calidad humana de ciertos documentos inéditos. Es una película que se dirige primero a la reflexión, pero que nos llega a pleno corazón”.

Marcel Martin. Ecran, Francia 1977.

 

“La Batalla de Chile” de Patricio Guzmán es un abrumador y admirable documental de un país que es lanzado al caos con la inevitabilidad de una tragedia griega”. Kevin Thomas.

 

Los Angeles Times, EEUU 1978.

 

“Sea cual sea la reacción que uno tenga frente a “La Batalla de Chile III”, es indiscutiblemente un film épico”.

 

Vincent Camby, The New York Times, EEUU 1978.

EN NOMBRE DE DIOS

(95 minutos, 1985-1986)

“En nombre de Dios, filmado por Patricio Guzmán para la TV española, parece un testimonio excepcional de la esquizofrenia del régimen de Pinochet que encarcela y tortura a los disidentes pero al mismo tiempo deja libre a los chilenos de manifestarse contra la dictadura y a los reporteros de cine filmar las cargas de la policía. De una duración de hora y media --mejor que todo lo que yo hubiera podido hacer en un reportaje periodístico--, el documental permite saborear la delirante ideología de los hombres de Pinochet y de valorizar el gran significado de la posición asumida por muchos arzobispos”…

 

Giovani Grazzini, Corriere della Sera, 4 diciembre 1987.

“Guzmán ha filmado manifestaciones, arrestos y violencia de cada tipo siempre encontrándose en el centro del acontecimiento y el jurado del Festival dei Popoli (Florencia, Italia) ha subrayado en la argumentación del premio el coraje del director: “Realizado en circunstancias extremadamente dramáticas –dice la argumentación-, el filme transmite con gran inmediatez y fuerza el sentido de la continuidad de la lucha de un pueblo que combate con todos los medios a la dictadura. Además, el director ilustra de manera inédita la imagen de una Iglesia que se inscribe como protagonista en esta lucha, sosteniéndola con todos los medios ideales, morales y prácticos”.

 

A. F. Oggi, Toscana, 13 diciembre 1987.

“Guzmán entrega una mirada viva y técnicamente sólida sobre un tema complejo que está a la altura de sus trabajos anteriores”.

 

Hans Ehrmann, Variety,  18 abril 1987.

« Guzmán investiga el papel de la Iglesia católica en el Chile de hoy mediante entrevistas con curas y arzobispos que hablan francamente contra el régimen y donde describen la realidad cotidiana chilena. Aparecen al lado de un material espectacular de las manifestaciones callejeras y rebeliones, brutalmente reprimidas por la policía y el ejército, que muchas veces utilizan los temidos camiones de agua montados encima de vehículos blindados. Aún más importante, Guzmán muestra el trabajo de la Vicaría, una organización de la Iglesia que se dedica a la defensa de los derechos humanos, y los intentos de parte del régimen de interrumpir su trabajo. Pero el filme llega a su punto más eficaz cuando habla con algunos de los sacerdotes cuyas ideas y teología han sufrido cambios importantes gracias al contacto con la gente común que llena las parroquias. Sin embargo siempre está el ejército en el fondo, que en realidad se convierte en una organización antiterrorista: ellos también evocan en sus rituales el nombre de Dios. Guzmán mantiene una línea magistral entre los dos polos que dividen Chile, mientras que en ningún instante nos oculta de qué lado están sus simpatías ».

Piers Handling, Toronto Film Festival, septiembre 1987.


“En nombre de Dios ha obtenido una de las más sonoras ovaciones oídas en el festival de La Habana”.

Ángel Fernández Santos, El País, l7 diciembre 1987.

LA CRUZ DEL SUR

(78 minutos, 1989-1992)

“Nos ha gustado igualmente mucho el largometraje de Patricio Guzmán, La Cruz del Sur (Chile), por sus lentos y vastos movimientos de cámara, su reflexión a la vez barroca y austera (radical, como es común en el autor de la trilogía documental La Batalla de Chile) sobre la tradición religiosa de América Latina en relación con sus regímenes políticos. (...). La Cruz del Sur contrapone la cultura importada de los conquistadores españoles con la milenaria de los indios y muestra el resultado de las religiones sincréticas incluyendo las afroamericanas. Nos ofrece sentirnos en el tiempo y más allá del tiempo, en un movimiento permanente, magnífico y solemne”.

 

Catherine Humblot. Le Monde, París 12 julio 1992.

“Esta película de Patricio Guzmán es una certera síntesis de ficción y documento. Es una voz de voces: un espacio de encuentro de la diversidad americana, que nos ayuda a reconocernos como dedos de una misma mano”.

 

Eduardo Galeano, marzo 1993

“Desde Hernán Cortés a la Teología de Liberación, los hilos básicos de esta inabarcable tragedia histórica están en La Cruz del Sur... Un inteligente, libre y hermoso trabajo de cine de combate.”

 

Ángel Fernández Santos. El País, Madrid 10 septiembre 1992.

“La belleza y sutileza extraordinarias del sonido y el montaje de sus imágenes colocan a La Cruz del Sur más allá de un documental puramente lógico. El filme lleva al público hacia otro mundo, a un reino mágico en que navegamos con placer y renueva nuestros sentidos, da vigor a nuestras mentes y transforma nuestros corazones.”

 

Ruby Rich, Sundance Film Festival, 1993.

“Obras de hermosa factura formal se imponen en la sección “Ventana a la Imaginación” del Festival de Venecia. Sin olvidar el contenido, como hace Patricio Guzmán --poeta del Chile de Allende--, con La Cruz del Sur, donde alterna ficción y documental a través de una meticulosa exploración en busca de la prácticas del catolicismo y su instrumentación política en Sudamérica. (...)”. Leonardo Autera. Corriere della Sera, 9 septiembre 1992.

 “Es un film profundamente espiritual con reconstrucciones espectaculares”.

 

Piers Handling, Toronto Film Festival, 1993.

LA MEMORIA OBSTINADA

(58 minutos, 1995-1997)

“La película es una batalla contra el olvido y la falsificación de la historia, pero sobre todo el filme permite luchar contra la amnesia colectiva programada por Pinochet. Como dice José Balmes: la memoria y el olvido son como el positivo y el negativo de la reflexión humana, nos hace sufrir y morir, pero también nos hace vivir”.

 

Joseph Colison, Les Inrockuptibles, Francia 1997.

“Con su grandioso meta-documental, Patricio Guzmán logra hacer que las cosas vuelvan a aparecer cuando visita a los sobrevivientes y con ellos reaparecen los rostros de los que nunca volvieron”.

 

A & E., San Francisco Bay Guardian, EEUU 1988.

“Puro en su enfoque y con vigor en su ataque, este documental de 58 minutos consigue una intensidad poética, lograda por su manera poco común de abordar el tema. Volviendo a su país con su obra épica “La Batalla de Chile” bajo el brazo, Patricio Guzmán explora la importancia y la fragilidad de la memoria política, presentando una dolorosa colección de imágenes del gobierno de la Unidad Popular bajo Allende y su detención por el sangriento golpe de estado. ¿Qué es lo que ocurre cuándo un sueño es postergado? La película combina reminiscencias emotivas con enfrentamientos provocativos, como por ejemplo la visita al lugar de los crímenes, como el Estadio Nacional de Santiago que, después del golpe, ha sido un centro de tortura y un campo de concentración. En la secuencia más extraordinaria, Guzmán filma la reacción de hombres y mujeres en la calle cuando escuchan el himno “Venceremos”, de la Unidad Popular. Nosotros, en ese momento, somos los testigos nada menos que del resurgimiento de la memoria colectiva”.

 

Michael Sragow, San Francisco Weekly, EEUU 1998.

“Resulta que los pocos compases titubeantes de la sonata Claro de luna, el leitmotiv para los desparecidos en la película, están tocados por el tío Ignacio de 80 años del realizador. En el filme aprendemos cómo Ignacio escondió el material de La Batalla de Chile después del golpe. Bajo un gran riesgo personal (que él niega), salvó el irremplazable documento y lo entregó a la embajada sueca para que fuera sacado del país. Ahora vemos a Ignacio con su piano, intentando con sus manos temblorosas recordar esa música medio olvidada. Se equivoca, empieza de nuevo, se equivoca otra vez. Con una sonrisa resignada dice “Es el cojo que le echa la culpa al piano”.

Después, suave y con valor, hace el esfuerzo de fallar de nuevo”. 

 

Stuart Klawans, The Village Voice, EEUU 1998.

“La película termina con una secuencia intensa y terrible: los rostros sacudidos, conmovidos, de los jóvenes incapaces de dominar la emoción que les surge al contemplar su propia historia”.

Catherine Humblot, Le Monde, Francia 1998.

 

“El enfrentamiento de una generación que ha vivido un pasado imborrable, grabado en su memoria, con una juventud educada para olvidar la historia, lleva a esta película hacia una sorprendente calidad”.

Leonard Klady, Variety, EEUU 1998.

“Guzmán nos deja sacar nuestras propias conclusiones y eso es finalmente el único aspecto pendiente en su nuevo documental. Uno espera que la tragedia del pasado no se repita y que los que han sufrido la historia lo van a vigilar”.

Leonard Klady, Cineaste, New York, N° 44, 1998.

EL CASO PINOCHET

(108 minutos, 1999-2001)

“De un lado el viejo dictador perseguido por la justicia. De otro lado sus víctimas, sobrevivientes y familiares de desaparecidos. Confrontando sus destinos, Patricio Guzmán rompe un cuarto de siglo de silencio”.

 

Jean-Claude Raspiengeas. Télérama, Paris 10. octubre 2001, N° 2700.

“Es el trabajo de un maestro de su oficio. El conocimiento de Guzmán de los ritmos y entresijos de la composición documental alcanza alturas emocionantes, y esto es así porque se percibe, no mientras se ve la película, que entonces es pura transparencia, sino cuando una vez vista se rebobina y se proyecta en la memoria, y en la criba de esta moviola interior deja entonces ver la precisión y la minuciosidad de la orfebrería de su montaje, junto a la sorprendente fuente de emoción y de calor poético que hay en sus (exactos y por ello fríos) cálculos”.

 

Ángel Fernández Santos. El País, Madrid 2001.

“Las primeras imágenes de “El Caso Pinochet” son las de un paisaje desértico. Sobrevivientes y jueces están buscando ahí pruebas, restos humanos, destruidos y escondidos aquí por la dictadura de Augusto Pinochet. Esta secuencia de apertura, tan seca como conmovedora, está a la altura de lo que va a ser la película: la lucha de los supervivientes contra la dictadura considerada (...) como empresa de olvido y desaparición. Contra esa fuerza de aniquilación, con seguridad sorprendente, “El caso Pinochet” revela una tras otra las pruebas tangibles que confirman la catástrofe”.

 

Jean-Sebastian Chauvin. Cahiers du Cinéma, octubre 2001, N° 561.

“Construido de manera clásica alrededor de los principales personajes (las víctimas, los jueces españoles Baltasar Garzón y el chileno Juan Guzmán, en particular) “El Caso Pinochet” es un documental optimista que quiere creer en la justicia de los hombres. (...) Documentalista experimentado, el cineasta establece tal contacto con sus interlocutores que cada testimonio tiene enorme densidad. (...) Sin memoria, concluye Patricio Guzmán, un país no tiene futuro”.

 

Veronique Soulé. Libération, Paris, 10 octubre 2001

(...) “El Caso Pinochet” narra la génesis de un milagro. Las imágenes preciosas de Guzmán permiten resolver un caso Pinochet que ninguna justicia examinará jamás, sin ninguna excepción”.

Michel Palmiéri. Elle, Paris, 8-14 octubre 2001, N° 2910.
“El Caso Pinochet” es un documental fascinante (...). Un homenaje grandioso a las mujeres, terribles narradoras de las torturas que han padecido. Difícil de hacerlo más excelente, más claro y más cautivante”.

F.T. Zurban, Cannes, 16 mai 2001, N°7.
“Este escenario tiene un doble riesgo: limitarse a un montaje de documentos televisivos; o encerrarse en una retórica militante y compasiva. “El caso Pinochet” evita esos peligros. La construcción de la película está organizada por olas sucesivas, cómo vendas de la memoria, que se devuelven poco a poco... ¿Se sabían las cosas que ocurrieron después del golpe de estado?... Sin duda se sabían pero la fuerza de la película es tomar este “saber” como insuficiente. De un pasado medio enterrado por los militares y por los gobiernos civiles vuelven a reaparecer los testimonios (...): las detenciones arbitrarias, la tortura, las ejecuciones en masa y el secreto que rodea los desaparecidos. Aquí interviene el segundo y principal logro de la película: aún si estamos bien informados, la presencia física de las personas concernidas produce una relación totalmente diferente. Las víctimas, con su manera de hablar largamente, de decir y de no decir, de vacilar, la textura de sus voces, igual que las facciones de sus rostros, encubren una fuerza indecible que excede el sentido (político, ético, afectivo) de lo que dicen o quieren decir. Esto es verdad también para Joan Garcés, compañero de Allende y animador del combate contra la junta. Solamente habla de procedimientos, pero su cara, su cuerpo, su voz, son como un canto conmovedor. (...) El encuentro entre el viejo dictador y Margaret Thatcher emana una violencia físicamente perceptible (...) Guzmán llega más allá del testimonio y más allá de la denuncia. Su película se convierte en la invocación de un mundo negro (el mundo del terror, del olvido) donde las tribulaciones del viejo monstruo encorvado y astuto dibujan su huella en la superficie de la actualidad”.

J.M.F. Le Monde, Paris, 10 octubre 2001.

SALVADOR ALLENDE

(100 minutos, 2004)

"Salvador Allende" no es una simple biografía. Es sobre todo un poema que sale del alma del cineasta para rendirle homenaje al presidente chileno".

 

LE MONDE DIPLOMATIQUE, José Maldavsky, París, sept. 2004

"Con Salvador Allende, la materia de Patricio Guzmán es triple. El teje las imágenes de archivo, los encuentros con los personajes y la materia íntima de sus propios recuerdos y de su vida (…) Todo retrato es también un autorretrato (…) Junto con Raymond Depardon, el brasileño Walter Salles o Michael Moore, la apertura al cine documental empezada hace tres años por la Selección Oficial del Festival de Cannes, que confirma toda la vitalidad de esta forma cinematográfica frente a la ficción".

 

L'HUMANITE, París, 14 de mayo 2004

"Como Salvador Allende, Patricio Guzmán ha dedicado su vida a Chile, su país. Parece entonces enteramente normal que consagre un documental a su héroe político, mártir del 11 de septiembre de 1973. Más que un simple retrato, es un filme inspirado en el cual Guzmán logra tomar una distancia considerable en relación al tema. A partir de imágenes de archivo, de testimonios de sobrevivientes y un análisis político inédito, muestra el entusiasmo que ha representado para todo un pueblo la victoria de Allende en 1970, sin eludir los errores de juicio y sobre todo mostrar la tenaza política y económica en la cual Allende se encontraba aprisionado. Un filme muy rico, a veces muy emotivo, que rompe el tabú del silencio sobre una personalidad faro del siglo XX".

 

ZURBAN, París, 13 de mayo 2004

"Un país sin documental es como una familia sin álbum de fotografías", dice Patricio Guzmán, cineasta chileno consagrado después de 30 años a contar la historia de su país para completar su memoria. Después de El caso Pinochet (2001) él muestra ahora el retrato antagonista de Salvador Allende. Es oponer la luz a las tinieblas, la civilización y la legalidad a la brutalidad de la dictadura en una antítesis al estilo de Víctor Hugo (…) Ofrece una biografía muy hagiográfica desde el punto de vista de los simpatizantes del presidente (los opositores, especialmente los norteamericanos, son claramente los villanos) lo que no le impide ser cautivante y matizado al interior del campo revolucionario.

 

LE FIGARO, París, 13 de mayo 2004

"Había una memoria de la pesadilla… ahora existe la memoria del sueño (…) Patricio Guzmán muestra aquel sueño radiante del cineasta joven que era entonces y el sueño de todo un pueblo que instaló en el poder a Salvador Allende en 1970 (…) Guzmán encuentra la materia principal de su película en planos de archivo de sus propios fondos de cineasta más algunos planos del holandés Joris Ivens (…) El sueño queda intacto".

 

LIBERATION, París, 13 de mayo 2004

 

"Documental inspirado y conmovedor sobre el presidente Allende.

Una elegía sobre el destino del pueblo chileno que no puede dejar

indiferente a nadie".

 

LES INROCKUPTIBLES, Jean-Baptiste Morain, París, 8 de sept. 2004

 

 

"Un documental nítido y riguroso. Una ocasión de instruirse o de acordarse cuando el proceso contra Pinochet se abre de nuevo".

 

LE CANARD ENCHAINÉ, Jean-Paul Grousset, París, 8 de septiembre 2004

 

 

"El último viaje de Patricio Guzmán a través del espacio de la amnesia que es la historia de Chile es sin duda uno de los viajes mas apasionantes de este documentalista, con muchas secuencias rigurosas y emocionantes (…) Un filme cautivante (…). La originalidad del filme reposa en una sensible evolución de Guzmán con su propio arte (…). La película sin ser sensacionalista pone en escena la utopía y privilegia el mito".

CAHIERS DU CINEMA, Thierry Méranger, París, septiembre 2004

 

"¡Qué bueno dejarse llevar por las imágenes de Patricio Guzmán!".

LE COURIER, Emmilie Valentin, París, 2 de octubre 2004

 

"Con Salvador Allende, Patricio Guzmán exhuma ese sueño radiante de igualdad y justicia que encarna para toda una generación de chilenos, ese sueño revolucionario y pacifista (…). Guzmán sacude nuestra amnesia".

PARIS-OBS-SUPLEMENTO, Richard Cannavo, París, 9-15 sept. 2004

 

"El filme es conmovedor, elegante, poderoso. Deja ver detrás de su cadencia de montaje la mano de un maestro en esta tarea del cine embarcado en su hermosa batalla contra el olvido (…) Se trata de un documento de extraordinaria fuerza evocadora, un insólito ejercicio de cine documental introspectivo, en el que Guzmán conmemora desde rincones de su memoria íntima los momentos de gloria del presidente Allende y lo que su figura tuvo de punto de encuentro con la soñada esperanza de una fusión entre socialismo pleno y plena democracia".

 

EL PAIS, Angel Fernández-Santos, Madrid, 14 de mayo 2004

NOSTALGIA DE LA LUZ

(90 minutos, 2010)

“Uno piensa forzosamente en la genial elipsis de 2001 una Odisea del Espacio donde un hueso lanzado por un hombre prehistórico se transformaba en una nave espacial algunos millones de años más tarde, pero la relación establecida por Kubrick se basaba en la evolución de la especie humana. En cambio en Guzmán se apoya sobre una intemporal y vertiginosa simultaneidad”.

 

Nicolas Azalbert. Cahiers du Cinéma. Noviembre 2010.

“Metafísico y político, íntimo y colectivo, un documental hermoso e inclasificable sobre la dictadura de Pinochet por un cineasta chileno emblemático. Raúl Ruiz evocaba hace una semana la detención de su compatriota por los militares de Pinochet. Aquí está el último filme de este cineasta --poco conocido en Francia--, un ensayo-poema extraño y singular (…). Guzmán inventa el documental meditativo donde la belleza surge de una disposición de ideas, imágenes y sonidos absolutamente inclasificable”.

 

Les Inrockutibles. 26 octubre 2010.

“Nostalgia de la luz suena como un homenaje al tiempo, a la astronomía, a la historia. Al cine. Apunta a estampar en las memorias una versión de la historia chilena que está ausente de los libros oficiales. Y deja un recuerdo de belleza que le impide desaparecer en la oscuridad”.

 

Dominique Martinez. Positif. Noviembre 2010.

“El documentalista chileno que mira normalmente la vida de los hombres vuelve sus ojos sobre las huellas ínfimas que subsisten del pasado. El cruza las miradas de los astrónomos y las familias que buscan los fragmentos de sus seres queridos en la arena del desierto de Atacama”.

 

Thomas Sotinel. Le Monde Magazine.

30 octubre 2010.

“Patricio Guzmán, conocido por sus documentales sobre el Chile de Allende y la dictadura de Pinochet (1973-1988), propone una fascinante meditación sobre la memoria mezclando el tiempo del universo con la historia humana”. . .

 

Frank Tenaille. César. Octubre 2010.

“La calma de la película y la belleza de sus imágenes funcionan como un antídoto para desatar la emoción. Nostalgia de la luz permite también sin duda comprender mejor un acontecimiento reciente: el rescate de los mineros de San José, también en el desierto de Atacama. Como si detrás de esta historia de seres vivos, arrancados de las entrañas de la tierra y la teatralización exagerada de la solidaridad y la compasión delante de las cámaras de todo el mundo, saliera a flote la mala consciencia de los otros muertos sin sepultura.

 

René Solis. Libération. 27 octubre 2010.

“He aquí ciertamente un documental que uno no ve todos los días. Una película que va más allá de lo que ustedes pueden imaginar. Y que, en un primer momento, les llevará a preguntarse ¿qué es lo que estamos haciendo aquí? (…) Y luego Patricio Guzmán nos hace entrar poco a poco en su visión del cosmos, en sus sueños, donde se mezclan pasado, presente y futuro, en sus preguntas sobre la vida y el destino humano. Aquí se cruzan la ciencia, la metafísica y la política”.

 

Pierre Fauré. Croix du Nord. 28 octubre 2010.

“La emoción toma forma y se acumula por capas a medida que la película avanza. Uno no se da cuenta a donde el cineasta nos quiere llevar (…) pero cuando uno entra en la culminación de humanidad que Patricio Guzmán nos propone, el efecto es desgarrador. Un trueno emocional”.

Carlos Gómez. Journal du Dimanche. 24 octubre 2010.

 

“Polvo de estrellas de una parte, polvo de tierra por otra… Sobre este paralelo Patricio Guzmán construye un documental sorprendente y emocionante donde se forja la búsqueda de los orígenes. Y además es muy bello este desierto de Atacama cuando no está invadido por la prensa internacional ávida de los mineros sepultados”.

 

F.P. Le Canard Enchainé. 20 octubre 2010.

 

 

“Esta tierra de desolación está iluminada por la figura

de una joven astrónoma criada por sus abuelos (…).

Educada en el espíritu de sus padres ausentes

ella se atribuye un defecto de fabricación

que sus hijos afortunadamente no tienen.

Un nota de esperanza, a la imagen de las estrellas,

que mueren para dar nacimiento a otras galaxias.

Los cuerpos celestes aspiran los cuerpos terrestres.

Es el triunfo de la vida eterna”.

 

Didier Hemardinquer. L’Est Republicaine. 23 octubre 2010.


“Desde de su exilio, en 1973, Guzmán no deja de confrontar su país con su pasado. Nunca lo ha hecho antes con tal sensibilidad y elevación de alma como en este documental (…).”

 

LePoint.fr. François-Guillaume Lorrain. 30 octubre 2010.

“La cabeza en las estrellas y los pies en la tierra, el filme de Patricio Guzmán reflexiona sobre la luz inicial para un indispensable trabajo sobre la memoria”. C.V. Metro.


“El filme Nostalgia de la Luz del chileno Patricio Guzmán, co-producido por Francia, Alemania y Chile competirá por el premio al mejor documental de la Academia del Cine Europeo (EFA) frente a las escandinavas “Armadillo” y “Mienten Vuoro”. EFE. 29 octubre 2010.

“A través de testimonios conmovedores, Guzmán hace resonar la búsqueda celeste y las excavaciones desesperadas de las mujeres de las víctimas, proporcionando a la búsqueda de esas mujeres una dimensión cósmica. Su puesta en escena virtuosa sobrepone imágenes del cielo, del desierto y entrevistas. Logra a poner en igualdad el lugar del hombre en el universo y el deber de la memoria. Asombrosa reflexión política-poética, Nostalgia de la luz lleva el sol oscuro de una melancolía de la que ya no creíamos capaz el cine.

Gaël Golhen. Première. Octubre 2010.


“"Nostalgia de la luz" de Patricio Guzmán nos ofrece un imponente tratado filosófico en el Toronto Internacional Film Festival. Patricio Guzmán, el cronista de siempre de su querido Chile y su destino trágico en las manos de Pinochet, vuelve a Toronto por primera vez en muchos años con un nuevo filme, Nostalgia de la luz. Lo he guardado para el final porque fue una sorpresa tan grande, una pieza maestra tan conmovedora. ¿Quién sabía que Guzmán era un aficionado a la astronomía durante toda su vida? Él viaja a los puntos más lejanos de Chile, al desierto seco donde se puede observar la mayor cantidad de estrellas, donde el cielo se siente más cerca que en ninguna otra parte: el desierto de Atacama, zona donde están los mas importantes observatorios del mundo. Cuando Guzmán empieza a relacionar astronomía con historia, comparando y contrastando sus funciones, empieza lentamente a alargar sus círculos de investigación. La sequedad del desierto también momifica los cuerpos. Historia, horror, el universo, la tierra debajo de nuestros pies, las galaxias por arriba. Micro y macro. Lo universal, lo particular. Obsesión y magia. Esto es un salto de Guzmán hacia un cine diferente: un tratado filosófico majestuoso para los ojos e inquietante para el espíritu. Sentada en la sala Bell Lightbox, frente a la pantalla radiante con las visiones de Atacama, me sentí cautivada. También lo estaban los espectadores a mi alrededor. ¡Ahh!…para tales momentos transcendentes existen los festivales de cine.”

 

Ruby Rich. “Toronto’s New Lightbox Offers Trascendence”. September 16 – 2010

EL BOTÓN DE NÁCAR

(82 minutos, 2015)

“El botón de Nácar”

Chile, ese archipiélago memorial.

El cineasta Patricio Guzmán filma con brío la historia

de su país, con toda la violencia y su poesía.

Desde su expatriación (primero en Cuba, después en España y luego en Francia) a causa del golpe de estado de Augusto Pinochet en 1973, el chileno Patricio Guzmán no ha dejado de documentar la historia contemporánea de su país: la trilogía “La Batalla de Chile” (1973-1979), realizada con la participación de Chris Marker, “El Caso Pinochet” (2001) o “Salvador Allende” (2004), están constituidos por títulos de filmes que hablan a los cinéfilos, pero también a todos esos que tienen un interés por América Latina, de las dictaduras sangrientas en este continente durante la guerra fría.

 

              Para Guzmán mismo esta incansable preocupación por la historia de su país, era sin duda, para él como exiliado, una manera de meterse en el curso de una historia, a la vez íntima y nacional, de la que fue violentamente arrancado.

 

              El espíritu del exilio.

 

              ¿Quién podrá decir jamás, al menos si no lo ha vivido en su propia carne, cual es este sentimiento del exilio? Esta arrancamiento brutal de si mismo, este sufrimiento punzante de no poder más habitar el mundo para el cual uno estaba destinado, esa costumbre de aprender a vivir eternamente afuera de si mismo. Esa ruptura sin embargo puede revelar una fase luminosa: la puesta en distancia del nacionalismo, el descubrimiento del mundo y de si mismo como alteridad, la celebración de que la vida es universal y pluralista. Si uno se mantiene en lo que muestra su cine, uno puede pensar que Patricio Guzmán ha entrado desde hace poco en esa fase luminosa, suave, pacífica de la existencia en la diáspora. Parece que el espíritu del exilio le inspira más que lo que le oprime, insuflándole una manera diferente de mirar el mundo.

 

              Asi, después de “Nostalgia de la Luz” (2010), obra maestra documental, realizada después de seis años de silencio, Guzmán, con cerca de 70 años, se puso de repente a filmar no solamente las cosas en si, en su supuesta identidad, sino también las cosas entre ellas, en sus relaciones sinuosas e invisibles que les mantienen unidas al mundo, entre la memoria de la dictadura, la búsqueda astronómica y la arqueología de la civilización indígena.

 

              Estamos entonces de nuevo en Chile, donde filma Guzmán, pero en un Chile no solamente en términos políticos e históricos, sino también en términos geográficos, antropológicos, poéticos, cósmicos. De lo cósmico a lo cosmológico hay solamente un paso, que Guzmán atraviesa hoy con su nuevo filme “El Botón de Nácar”, que se revela tan magnífico como el predecente.

 

              Este botón, un objeto casual de una fábula documental, donde el filme va a encontrar el hilo trágicamente arrancado nos lleva muy lejos hacia el sur, a la Patagonia, a las antípodas del desierto de Atacama, donde se desarrolló “Nostalgia de la Luz”. Ahí, en la punta extrema de Latinoamérica, se dibuja el conglomerado del archipélago más grande del mundo, con sus paisajes antárticos azulados, congelados, sublimes y extremos; ahí se encuentran también las aguas de la memoria indígena y de la potencia colonizadora, dos concepciones del mundo orientadas una hacia el respeto del mundo y de la vida, la otra hacia la conquista de la potencia y el agotamiento de los recursos. Es en este cruce que el realizador pone en escena un filme fluido y sinfónico. Opone una cosmogonía indígena olvidada a la violencia del Occidente que avanza de destrucción en destrucción.

 

              Alquimia entre ciencia y poesía.

             

              Todo esto pasa concretamente a traves de historias de personajes, de lugares, de fotografías y  un pensamiento sutil que les une. Una historia entre otras: la Jemmy Button, el indígena seducido por un botón de nácar y llevado a Londres en 1830 por Robert FitzRoy, comandante de la marina real británica que cartografía esa región y abre la vía a la colonización. Le enseñan el idioma de la Reina Madre, le visten como se debe, le inculcan las buenas maneras, le convierten en gentleman, luego le devuelven a su lugar. Esto es evidentemente el principio del fin para su civilización, un negocio que costó al Occidente el precio de un botón de nácar. Ese mismo tipo de botón se encuentra en los fondos marinos muy cerca, en los alrededores, aglutinados a los moluscos que colonizaron los rieles sobre los cuales, en tiempos de Pinochet, se amarraron los opositores para ahogarles mejor.

 

              Entre estos dos botones, el filme nos cuenta la historia de una exterminación contínua, pero vuelve también a dar el perfil de una visión del mundo brillante, concebido por hombres disfrazados en espíritus (fotografías alucinantes del austríaco Martin Gusinde) que pensaban que los muertos se transforman en estrellas. Esto se complementa con testimonios de unos pocos sobrevivientes (Cristina Calderón, última representante de la etnia yagán), de un filósofo (Gabriel Salazar), de un poeta (Raúl Zurita), de una artista (Ema Malig).

 

              Tal como los indígenas asesinados que eran nómadas, en el filo del agua que conserva su memoria, tal como los indígenas asesinados, tal como los crucificados oceánicos de la era de Pinochet,

transfigurados en moluscos de nácar, Patricio Guzmán inventa para este filme una alquimia que reconcilia la ciencia y la poesía, el sueño y la conciencia. Como si quisiera rendir un homenaje a su vez al más cineasta de los filósofos, Gastón Bachelard, que había titulado como sigue su fascinante otra escrita en 1942: “El agua y los sueños. Ensayo sobre la imaginación de la materia”.

Le Monde, Jacques Mandelbaum

LA CORDILLERA DE LOS SUEÑOS

(85 minutos, 2019)

 “La Cordillera de los Sueños, premiada con el Ojo de Oro como el mejor documental del Festival de Cannes coincide con el sobresalto insurreccional profundo que estalló en el país (…). De repente hay un efecto de espejo entre lo que se ve en estos tiempos en la televisión y las imágenes de archivo de la película de Guzmán, que muestran la represión bajo la dictadura, con ese hombre (Pablo Salas) filmando desde hace cuarenta años y el hecho que nadie se repone ni de un golpe de estado y ni de su país perdido. La Cordillera de Los Andes termina de manera muy personal esta brillante trilogía, poética y política del autor sobre la confrontación de los hombres, el cosmos y la naturaleza… Con medios muy simples despliega la magia de un muy gran cine”.

L’Humanité, Magali Jauffret

“Para cerrar su trilogía de la memoria (…) el genial poeta documentalista chileno hace planear su cámara encima de la cordillera de Los Andes. Guzmán se pregunta sobre su relación con este país fantasma, que se le va entre los dedos. Su ángulo de ataque es la cordillera de Los Andes, barrera de montañas que protegen y aíslan Chile del resto del mundo. Las imágenes de los drones encima del vacío bañado de nubes, son vertiginosas, metafísicas: son un “Mountain of Life” que hubiera podido filmar Terrence Malick. Se tiene la impresión de tocar la eternidad, la potencia de la Tierra misma, como si ella pudiese hablar, contar algo hermoso y terrible a la vez. A esta visión increible, Guzmán junta su voz en off, lenta, articulada, consiente de cada sonido, más las entrevistas de artistas que evocan las montañas y la persistencia de las heridas de los años de Pinochet”.

Première, Guillaume Bonnet, 2019.

“Patricio Guzmán el exiliado cierra una trilogía fascinante sobre ese Chile que le persigue, buscando en Los Andes suntuosos las huellas del drama de la dictadura”.

Télérama, Mathilde Blottière.

«Ilumina la historia que lleva a la represión actual bajo el presidente Piñera”.

Le Canard Enchainé, 2019. 

 

"El cineasta ha encontrado en la potencia de las montañas los marcos del pasado: la dictadura ha desaparecido pero el choque neoliberal persiste”.

Etudes, Raphael Nieuwjaer, 2019.

 

«La Cordillera de los Sueños es un filme extraordinario… un documental fuera de las normas con imágenes sobresalientes ».

Equipe Que Tal París, 2019.

“La cordillera es una puerta de entrada al análisis del sentimiento personal que une al cineasta (Patricio Guzmán) con su país…  Pasa por encima de la geografía a la historia mostrando ese punto ciego que es el golpe de estado. Y muestra Chile como un país enfermo de su historia, enfermo de una memoria que siempre ha sido enterrada. El personaje de Pablo Salas es muy interesante en esta mirada: cineasta loco de todas las manifestaciones chilenas de los años 80, depositario en su local de cientos de videos que hablan de la constante represión que ha ensangrentado el país. Este milagroso cineasta es por si solo una figura de la esperanza de una memoria verdadera y detrás de él una justicia digna de ese nombre, que pueda un día surgir en Chile.

Le Monde, Jacques Mandelbaum, 2019.

«Película tras película (Guzmán) hace una radiografía de su tierra natal, despliega una dimensión metafórica de su objetivo documental. Lejos de someterse al servicio de la memoria colectiva y el testimonio individual, construye una arqueología de un pasado que no debe pasar ».

Magazine Voyayeur, Laurent Delmas, 2019.

“No hay casualidad en el hecho de que, meses antes de la insurrección popular que agita hoy las calles de Santiago y hunde el país en un clima de guerra civil, que no había conocido desde el golpe de estado de Pinochet… que Guzmán tenga la premonición luminosa de empezar su película exactamente en el metro de la capital chilena. Ahí donde al pueblo se ha despertado para protestar, Guzmán denuncia en La Cordillera de los Sueños la confiscación de los tesoros naturales del país por las empresas extranjeras, el ultra liberalismo adoptado por el gobierno, el no reconocimiento de los crímenes del pasado y el aumento de las ilegalidades entre los ricos y pobres… Cineasta de la memoria chilena, Guzmán se transforma en el anunciador del fututo inmediato de su país. El sueño se ha vuelto realidad”.

Les Inrockuptibles, Bruno Deruisseau

“Con La Codillera de los Sueños son cuarenta años de una obra integralmente concebida como un mausoleo a la memoria de un Chile sometido por la junta militar que Patricio Guzmán vuelve a cerrar y, más todavía, diez años de una trilogía de la memoria iniciada con “Nostalgia de la Luz” y seguida por “El Botón de Nácar”, un exploración de un género y forma que no se parece a nada, una auscultación documental y poética del cuerpo social, político y geográfico de Chile, uniendo el micro de los recuerdos de la juventud del director al macro del cosmos. Un majestuoso tríptico documental en el cual la memoria está considerada como una fuerza natural. Sucesivamente asimilable a la gravedad, magnetizando a las familias de las víctimas de la dictadura a las fosas del desierto de Atacama, a las mareas del Pacífico, devolviendo los despojos de los ahogados de Pinochet, y nuevamente a los pliegues telúricos de la cordillera de Los Andes, gran desconocida de Chile, no obstante vigilante y silenciosa de Santiago (…) cárcel a cielo abierto para el adulto militante que velozmente fue obligado a huir (…) En un poderoso gesto de amistad y constricción Guzmán deja el trabajo a un colega (Pablo Salas) para tomar un lugar central en su filme, como respuesta a su propio filme La Batalla de Chile, su primer documental de cinco horas sobre la agonía de la democracia chilena, terminado en el exilio. Finalmente se dirige a una tumba: las ruinas conservadas de la casa de su infancia. Este doble retorno a las fuentes de su pasado le permite, de esta manera, cerrar un recorrido documental y existencial revolucionario, en el sentido cósmico del término, volviendo a su punto de salida”.

Positif, Emmanuele Raspiengeas

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